¡Hola! ¿llegaste aquí por casualidad o buscando otra cosa? Eso es una serendipia. Espero que te enamores y que nos sigamos encontrando. Hoy comienza una nueva estación, el otoño, que personalmente es de mis favoritas, por sus temperaturas y por que es una época en el año en la que tenemos la oportunidad de comenzar de nuevo. Es una época que nos permite cumplir aquellas metas y sueños que no hemos podido cumplir al inicio del año. Y yo aquí sigo soñando despierta, os escribo:
Los sueños y las metas guían nuestro caminar en la vida. Mas allá de ser simples ilusiones o deseos pasajeros, los sueños son una manifestación íntima de lo que somos en esencia, de lo que anhelamos ser, de lo que nos llama desde lo profundo de nuestro ser. Son una expresión de nuestras aspiraciones más sinceras, las que nos empujan hacia un sentido de propósito.
Cuando era pequeña soñaba en grande…como los pasos de un gigante. En mi mente, podía ser cualquier cosa: escritora, maestra, médico, diseñadora de moda y exploradora de mundos desconocidos. Quería serlo todo a la vez y con la imaginación, podía serlo. Esto es lo bueno de soñar, que nuestra imaginación nos lleva a otros mundos, que con ella estamos creando nuevos universos. Y quien cree, crea. Al menos es como yo lo veo. Pero…podemos quedarnos soñando y no hacer nada, o crear mientras soñamos. Y eso es lo que yo intento, seguir haciendo, seguir aprendiendo y seguir creando, por eso nuestra cita semanal por aquí. Los sueños se viven y son un reflejo de lo que consideramos importante, de lo que nos hace sentir vivos. Y por eso, seguir esos sueños, incluso cuando parecen irracionales o difíciles de alcanzar, es un acto de autenticidad, una forma de ser fieles a nosotros mismos.
Mis sueños de niña, de adolescente y de adulta, no son más que reflejos de una búsqueda interna por el descubrimiento y la aventura. Quizá es difícil de entender, pero esos sueños me daban y dan una dirección, una razón para imaginar el futuro, con la curiosidad de saber qué me deparará el destino.
Recuerdo como de pequeña soñaba y con el tiempo esos sueños han ido evolucionando, se han ido adaptando a la realidad. Es verdad que la vida se encarga de poner desafíos en nuestro camino, de reordenar nuestras prioridades, aunque los sueños permanecen como una especie de faro en la distancia. Aparecen nuevos sueños y nuevas aspiraciones y los sueños se desdibujan, se difuminan, pero siempre están ahí, sueños antiguos y nuevos, como un recordatorio de lo que realmente queremos, de lo que alguna vez nos hizo vibrar.
He descubierto que los sueños no son lineales ni están grabados en piedra. Los sueños se transforman, pero su esencia es la misma. Los sueños son el motor que nos impulsa hacia adelante y a seguir creyendo y seguir creando nuevas situaciones para aprender. Incluso en los momentos de duda, cuando la vida parece estar en pausa o cuando las circunstancias nos desbordan, el simple acto de soñar nos mantiene en movimiento. Nos recuerda que, aunque el presente pueda ser incierto, el futuro está lleno de posibilidades.
Las metas, por otro lado, son los peldaños que construimos para alcanzar esos sueños. A diferencia de los sueños, que pueden ser amplios y abstractos, las metas son concretas, palpables, son los pasos que damos, los esfuerzos que hacemos día a día para materializar lo que en algún momento solo existía en nuestra imaginación. Soñaba con publicar mis cuentos y poemas, y poco a poco ese sueño se está materializando, esto es algo increíble.1 Tener metas nos ancla al presente, nos da una estructura, nos permite sentir que, aunque el camino sea largo, cada pequeña acción nos acerca un poco más a ese sueño.
Pero quizás lo más valioso que he aprendido sobre los sueños y las metas es su capacidad de transformación personal. Cuando nos permitimos soñar, también nos permitimos crecer, los sueños son el motor del aprendizaje. No se trata solo de alcanzar un objetivo, sino de todo lo que ese proceso nos enseña. He encontrado que, en la búsqueda de mis propias metas, me he descubierto a mí misma de formas inesperadas, siendo miles de opciones diferentes. Y en este proceso, he enfrentado miedos y he superado barreras, ya que los sueños nos retan, nos obligan a salir de nuestra zona de confort y a cuestionar nuestras limitaciones.
Los sueños y las metas no solo influyen en la dirección que tomamos en la vida, sino que también nos definen. Nos moldean, nos transforman y nos permiten caminar con un propósito, con nuestro ikigai. Y aunque el camino esté lleno de incertidumbre, saber que tenemos algo por lo cual luchar, algo que nos mueve desde lo más profundo, hace que el viaje valga la pena.
Soñar es un acto de valentía, y perseguir esos sueños es la manera en que construimos una vida que refleje quiénes realmente somos. Sin miedos a las expectativas externas, siendo nosotros mismos.
¡Feliz Otoño!
Lola Maestra
Próximamente publicaré estos proyectos que están en mis manos: “La poción de transformación”; “Ari, la ogra maestra”; “El burrito listo, el aburrimiento, de Emoción animal”, el libro “Se llama dislexia”, una guía sobre la dislexia y sobre mi experiencia personal y el poemario “En la orilla”. Ya os iré dando más detalles al respecto.
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