¡Hola! ¿llegaste aquí por casualidad o buscando otra cosa? Eso es una serendipia. Espero que te enamores y que nos sigamos encontrando.
El miedo es una emoción que es constante en la vida, desde la infancia hasta la vejez. A veces tengo miedo a empezar nuevos proyectos, a que no salgan a tiempo los que tengo entre manos o a que nada de lo que hago sirva de algo. No sé si os pasa a ustedes, pero generalmente cuando siento miedo es por algo que me preocupa en exceso, le doy mucho valor o importancia o muchas vueltas a la cabeza. El miedo es una emoción de lo más ambivalente y aunque solemos verla como un obstáculo, el miedo también actúa para protegernos de peligros, mientras que, en otros momentos, se convierte en una barrera que nos impide avanzar hacia nuestros sueños, cuando como os acabo de comentar se exagera. Esta dualidad del miedo, entre lo que nos preserva y lo que nos limita, configura la manera en que nos movemos en el mundo, pero también la forma en que nos encontramos con nosotros mismos.
En esta carta no os hablo del miedo instintivo, que surge en situaciones donde nuestra supervivencia está en riesgo: cuando sentimos una amenaza física, un peligro emocional o incluso la posibilidad de un fracaso. Ese miedo es un aliado, un susurro que dice “todavía no es el momento”, y nos salva de caer en situaciones que no podríamos manejar. Aquí os hablo del miedo que nos paraliza sin razón aparente, mezclado con ansiedad e inseguridad. Hay una diferencia entre la prudencia y la parálisis.
El miedo, entonces, tiene dos caras. ¿Nos protege y nos limita al mismo tiempo? Supongo que eso dependiendo de cómo lo recibamos y respondamos a él. Si lo ignoramos, corremos el riesgo de caer en el vacío; si lo abrazamos demasiado fuerte, nos quedamos estáticos. En lo personal, mi relación con el miedo sigue siendo complicada. Me he pasado media vida sintiendo miedo. Miedo a fallar, miedo a caer, miedo a no ser lo suficiente. ¿Me ha salvado de peligros que no sabía que existían? No lo sé, a veces pienso que también me ha robado oportunidades.
Me doy cuenta de que la vida está llena de estos momentos de incertidumbre, donde lo que deseamos y lo que tememos se encuentran cara a cara. Supongo que la libertad no está en la ausencia de miedo, sino en la capacidad de avanzar a pesar de él, al menos eso me digo para convencerme de que sentirlo es normal. A veces el miedo me recuerda lo que está en juego si me quedo paralizada por él: el tiempo que no vuelve, las oportunidades que se desvanecen, las conexiones que no se forman. Otras veces, simplemente acepto que el miedo siempre estará presente, y que no es un enemigo a vencer, sino una parte de mi ser que también quiere protegerme.
No sé, supongo que el miedo es una invitación: nos reta a conocernos más profundamente, a discernir entre lo que realmente queremos y lo que simplemente tememos perder. Nos empuja a ser valientes, no en el sentido heroico de la palabra, sino en esa valentía de seguir caminando, incluso cuando el miedo nos susurra que nos detengamos.
¡Feliz domingo!
Lola Maestra
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