¡Hola! ¿llegaste aquí por casualidad o buscando otra cosa? Eso es una serendipia. Espero que te enamores y que nos sigamos encontrando. Hoy quería hablaros de la búsqueda de la felicidad, ¿la consideras un camino o un destino?
La búsqueda de la felicidad es un tema de lo más recurrente. La felicidad parece adoptar distintas formas, algunas veces aparentando ser un destino fijo al que aspiramos llegar, y en otras ocasiones presentándose como un camino que recorremos día a día. No sé si a ti te ha pasado, pero en mi caso, a lo largo de mi vida, esta dualidad ha sido un reflejo constante en mis pensamientos, y con el tiempo, me he llegado a cuestionar: ¿es la felicidad un destino final que algún día alcanzaré, o es más bien un viaje continuo, una serie de momentos y experiencias que se entrelazan en el pasar del tiempo?
Desde que era pequeña, mi entorno y la sociedad en general me enseñaron a pensar en la felicidad como un objetivo que debía alcanzar. Terminar mis estudios, conseguir un buen empleo, formar una familia, viajar por el mundo… Parecía que la felicidad estaba siempre un poco más allá, en el siguiente logro, en la próxima etapa de mi vida. Esta idea me motivaba a seguir adelante, a trabajar duro, a no rendirme. Pero, al mismo tiempo, esta perspectiva me hizo perderme en la ilusión de que la felicidad era algo que sólo llegaría cuando todo estuviera en su lugar, cuando todas las piezas del rompecabezas encajaran perfectamente. Creía que, una vez alcanzados esos hitos, me instalaría en un estado de felicidad permanente.
Sin embargo, posteriormente cada vez que alcanzaba uno de esos objetivos, la felicidad que sentía era momentánea, fugaz. Convirtiéndose en un sentimiento de satisfacción que no perduraba en el tiempo. Entonces, me daba cuenta de que, aunque había logrado algo significativo, la satisfacción plena seguía siendo esquiva. Con el tiempo, empecé a comprender que la felicidad no era un destino fijo al que se llega y en el que uno puede quedarse. No era un estado inmutable ni eterno.
Si me pongo a rememorar momentos, me doy cuenta de que algunos de los momentos más felices de mi vida no están necesariamente ligados a grandes logros o eventos significativos. A veces, la felicidad me sorprende en el día a día, en los detalles más pequeños: en una conversación sincera, en una tarde tranquila leyendo un libro, en el aroma del café recién hecho por la mañana. Esos momentos, aunque breves, tienen un impacto profundo en mi bienestar. Por lo que me doy cuenta de que la felicidad no está en los grandes hitos, sino en las pequeñas experiencias cotidianas que, cuando se suman, conforman una vida plena.
Así, tras meditaciones profundas sobre el tema he empezado a ver la felicidad no como un destino al que llegar, sino como un camino que recorrer. Un camino lleno de altibajos, de desafíos y alegrías, de risas y lágrimas. La felicidad depende de la elección que tomamos todos los días, en la forma de enfrentarnos a la vida, en como nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Es un estado de ánimo que podemos cultivar, un hábito que podemos desarrollar.
No siempre es fácil mantener esta perspectiva. Hay días en los que las dificultades parecen insuperables. Sin embargo, incluso en esos momentos, he aprendido que es posible encontrar la alegría si estoy dispuesta a buscarla. A veces, la felicidad es simplemente un momento de paz en medio del caos, un respiro en medio de la tormenta.
Para mí, la felicidad no es un destino al que se llega, sino un camino que se recorre cada día. No es una meta que se alcanza de una vez por todas, sino un proceso continuo de crecimiento, aprendizaje y adaptación. Es un viaje en el que cada paso, cada experiencia, cuenta. En este viaje, la felicidad se convierte en algo más profundo y significativo que un mero sentimiento de satisfacción; se convierte en la esencia misma de la vida, en la forma en que decidimos vivirla. Y, al final, quizás eso sea lo más cercano a la felicidad plena: vivir cada día con la consciencia de que, aunque el destino pueda ser incierto, el camino en sí ya es un regalo digno de ser apreciado.
PD: Mi lectura de esta semana es la bibliotecaria de Auschwitz, un libro precioso que tiene frases tan bellas como las que os comparto.
¡Feliz semana!
Lola Maestra
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